El aprendizaje de la atención voluntaria es una parte
esencial de la educación. En el Laboratorio de Neurociencia Cognitiva del
Desarrollo de la Universidad de Granada llevan años estudiando el desarrollo de
una de las funciones ejecutivas más importantes, la de la
gestión de la atención.
No es fácil definir la atención. Sobre todo porque atender
tiene que ver con una variedad de aspectos, todos ellos importantes para
nuestras actividades cotidianas. Por ejemplo, si alguien me habla mientras
trato de leer un libro, lo más probable es que o bien entienda lo que me dicen
o bien entienda lo que leo. En ese caso atender significa seleccionar la
fuente de estimulación (lo que me dicen o lo que leo) a la que quiero dar
prioridad. Pero atender también es necesario para, por ejemplo, no poner crema
de manos en el cepillo de dientes, en caso de que el tubo de crema esté cerca
cuando nos disponemos a cepillarnos. Con mucha frecuencia hacemos cosas de
forma automática, y ¡menos mal!, ya que hacerlo todo con atención sería muy
cansado y poco efectivo. Pero hacer cosas automáticamente en ocasiones nos
lleva a cometer errores. Atender es entonces una forma de control de
la acción que es especialmente necesaria cuando los automatismos no nos
conducen a hacer lo que queremos, algo a lo que también llamamos auto-regulación.
Finalmente, atender requiere también un nivel óptimo de activación. No
podemos atender con eficacia si estamos adormilados. A veces, determinados
eventos nos ayudan a estar más atentos. Por ejemplo, el sonido cercano de una
ambulancia nos hará conducir con más atención. La preparación y la activación
son por tanto aspectos íntimamente relacionados con la eficacia con la que se
atiende. Por tanto, actuar con atención consiste en estar en un estado de activación
adecuado que nos permita seleccionar la información que queremos
procesar con prioridad y eficacia con objeto de controlar de forma
voluntaria y consciente nuestro comportamiento.
En las últimas décadas, ha habido un gran desarrollo
de la tecnología que nos permite examinar el funcionamiento del cerebro en
vivo, a la vez que las personas realizan tareas con las que medir funciones
cognitivas, como la atención, la memoria, el razonamiento, etc. Con estas
técnicas, podemos determinar la anatomía de estas funciones y conocer los
mecanismos biológicos que las sustentan. En la fotografía podemos ver a una
niña de 4 años realizando una tarea atencional mientras se registra la
actividad del cerebro con un aparato de electroencefalografía de alta densidad.
El cerebro es el órgano de la cognición, por lo que
resulta de gran utilidad estudiar su funcionamiento y su desarrollo para
entender el propio funcionamiento y desarrollo de las distintas funciones
cognitivas. Diferenciar los tres aspectos de la atención (activación, selección
y control) que mencionamos antes es relevante, ya que cada uno de ellos
está asociado con el funcionamiento de regiones distintas del cerebro. En el
dibujo se pueden ver a grandes rasgos las regiones cerebrales implicadas en
cada aspecto atencional. La anatomía diferencial nos indica que los distintos
aspectos de la atención tienen que ver con los neurotransmisores (sustancias
químicas que las neuronas usan para comunicarse unas con otras) que actúan
preferentemente en estas regiones, y también con los genes que determinan, al
menos en parte, los niveles de neurotransmisores en el cerebro. Además, la
anatomía diferencial explica el hecho de que las capacidades de activación,
selección y control tengan cursos de desarrollo distintos (1).
Atender es una forma de control de
la acción que es especialmente necesaria cuando los automatismos no nos
conducen a hacer lo que queremos, algo a lo que también llamamos auto-regulación.
De los tres aspectos de la atención, la capacidad de
control es la que tiene un curso de maduración más prolongado. La capacidad
para controlar la atención y la acción emerge al final del primer año de
vida y experimenta un desarrollo enorme en los primeros años, aunque continúa
evolucionando durante toda la infancia y adolescencia. Así, la habilidad de los
niños para regular el comportamiento incrementa progresivamente con la edad, de
forma paralela a la maduración de la zona frontal del cerebro, en la que esta
habilidad se sustenta. Pero los niños de un mismo rango de edad también
difieren, a veces sustancialmente, en su capacidad de auto-regulación. Estas
diferencias individuales se deben en gran medida a la eficiencia con la que los
sistemas cerebrales funcionan. Por ejemplo, en uno de nuestros estudios
realizado en el laboratorio
de Neurociencia Cognitiva del Desarrollo de la Universidad de Granada hemos encontrado que el modo en que
el cerebro responde a tareas en las que es necesario focalizar y controlar la
atención predice el rendimiento de los niños en la asignatura de matemáticas
(2).
Sin embargo, es importante decir que, a su vez, el
funcionamiento del cerebro se ve afectado por múltiples factores ambientales
y educativos. Entre estos factores están la nutrición, la educación
recibida, las oportunidades de aprendizaje, etc. El cerebro es un órgano con
una gran capacidad plástica, lo que significa que su funcionamiento e incluso
su estructura pueden alterarse con la experiencia. Determinadas pautas
educativas pueden incrementar la capacidad de los niños para controlar la
atención y regular su comportamiento, y pueden influir en la eficacia con la
que funciona el cerebro y su maduración. Hay numerosos estudios que ponen de
manifiesto que el grado de educación de los padres es un factor importante de
cara a la maduración del cerebro de los hijos (3). La naturaleza plástica del
cerebro abre la posibilidad a que se pueda optimizar su función dotando a los
niños de las experiencias educativas más beneficiosas.
En los últimos años en nuestro laboratorio de la
Universidad de Granada, al igual que en laboratorios en otros países, hemos
llevado a cabo diferentes estudios en los que hemos probado la eficacia de programas
de entrenamiento cognitivo para mejorar el funcionamiento de las regiones
del cerebro implicadas en el control de la atención. Hemos encontrado
resultados esperanzadores que muestran que varias sesiones de entrenamiento
producen mejoras a nivel cognitivo y cerebral (4). Un resultado interesante,
ilustrado en el dibujo, es que el entrenamiento acelera la puesta en marcha del
cerebro cuando es necesario atender. Esperamos que continuar con estas
investigaciones nos permita ayudar al desarrollo de esta capacidad en los niños
y niñas que más lo necesiten.
Rosario Rueda, Investigadora principal. Profesora
Titular del Dpto. de Psicología Experimental de la Universidad de Granada.
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