viernes, 10 de julio de 2015

Anatomia de la atención



El aprendizaje de la atención voluntaria es una parte esencial de la educación. En el Laboratorio de Neurociencia Cognitiva del Desarrollo de la Universidad de Granada llevan años estudiando el desarrollo de una de las funciones ejecutivas más importantes, la de la gestión de la atención.
Escrito por Rosario Rueda febrero, 2015
No es fácil definir la atención. Sobre todo porque atender tiene que ver con una variedad de aspectos, todos ellos importantes para nuestras actividades cotidianas. Por ejemplo, si alguien me habla mientras trato de leer un libro, lo más probable es que o bien entienda lo que me dicen o bien entienda lo que leo. En ese caso atender significa seleccionar la fuente de estimulación (lo que me dicen o lo que leo) a la que quiero dar prioridad. Pero atender también es necesario para, por ejemplo, no poner crema de manos en el cepillo de dientes, en caso de que el tubo de crema esté cerca cuando nos disponemos a cepillarnos. Con mucha frecuencia hacemos cosas de forma automática, y ¡menos mal!, ya que hacerlo todo con atención sería muy cansado y poco efectivo. Pero hacer cosas automáticamente en ocasiones nos lleva a cometer errores. Atender es entonces una forma de control de la acción que es especialmente necesaria cuando los automatismos no nos conducen a hacer lo que queremos, algo a lo que también llamamos auto-regulación. Finalmente, atender requiere también un nivel óptimo de activación. No podemos atender con eficacia si estamos adormilados. A veces, determinados eventos nos ayudan a estar más atentos. Por ejemplo, el sonido cercano de una ambulancia nos hará conducir con más atención. La preparación y la activación son por tanto aspectos íntimamente relacionados con la eficacia con la que se atiende. Por tanto, actuar con atención consiste en estar en un estado de activación adecuado que nos permita seleccionar la información que queremos procesar con prioridad y eficacia con objeto de controlar de forma voluntaria y consciente nuestro comportamiento.
En las últimas décadas, ha habido un gran desarrollo de la tecnología que nos permite examinar el funcionamiento del cerebro en vivo, a la vez que las personas realizan tareas con las que medir funciones cognitivas, como la atención, la memoria, el razonamiento, etc. Con estas técnicas, podemos determinar la anatomía de estas funciones y conocer los mecanismos biológicos que las sustentan. En la fotografía podemos ver a una niña de 4 años realizando una tarea atencional mientras se registra la actividad del cerebro con un aparato de electroencefalografía de alta densidad.
El cerebro es el órgano de la cognición, por lo que resulta de gran utilidad estudiar su funcionamiento y su desarrollo para entender el propio funcionamiento y desarrollo de las distintas funciones cognitivas. Diferenciar los tres aspectos de la atención (activación, selección y control) que mencionamos antes es relevante, ya que cada uno de ellos está asociado con el funcionamiento de regiones distintas del cerebro. En el dibujo se pueden ver a grandes rasgos las regiones cerebrales implicadas en cada aspecto atencional. La anatomía diferencial nos indica que los distintos aspectos de la atención tienen que ver con los neurotransmisores (sustancias químicas que las neuronas usan para comunicarse unas con otras) que actúan preferentemente en estas regiones, y también con los genes que determinan, al menos en parte, los niveles de neurotransmisores en el cerebro. Además, la anatomía diferencial explica el hecho de que las capacidades de activación, selección y control tengan cursos de desarrollo distintos (1).
Atender es  una forma de control de la acción que es especialmente necesaria cuando los automatismos no nos conducen a hacer lo que queremos, algo a lo que también llamamos auto-regulación.
De los tres aspectos de la atención, la capacidad de control es la que tiene un curso de maduración más prolongado. La capacidad para controlar la atención y la acción emerge al final del primer año de vida y experimenta un desarrollo enorme en los primeros años, aunque continúa evolucionando durante toda la infancia y adolescencia. Así, la habilidad de los niños para regular el comportamiento incrementa progresivamente con la edad, de forma paralela a la maduración de la zona frontal del cerebro, en la que esta habilidad se sustenta. Pero los niños de un mismo rango de edad también difieren, a veces sustancialmente, en su capacidad de auto-regulación. Estas diferencias individuales se deben en gran medida a la eficiencia con la que los sistemas cerebrales funcionan. Por ejemplo, en uno de nuestros estudios realizado en el laboratorio de Neurociencia Cognitiva del Desarrollo de la Universidad de Granada hemos encontrado que el modo en que el cerebro responde a tareas en las que es necesario focalizar y controlar la atención predice el rendimiento de los niños en la asignatura de matemáticas (2).
Sin embargo, es importante decir que, a su vez, el funcionamiento del cerebro se ve afectado por múltiples factores ambientales y educativos. Entre estos factores están la nutrición, la educación recibida, las oportunidades de aprendizaje, etc. El cerebro es un órgano con una gran capacidad plástica, lo que significa que su funcionamiento e incluso su estructura pueden alterarse con la experiencia. Determinadas pautas educativas pueden incrementar la capacidad de los niños para controlar la atención y regular su comportamiento, y pueden influir en la eficacia con la que funciona el cerebro y su maduración. Hay numerosos estudios que ponen de manifiesto que el grado de educación de los padres es un factor importante de cara a la maduración del cerebro de los hijos (3). La naturaleza plástica del cerebro abre la posibilidad a que se pueda optimizar su función dotando a los niños de las experiencias educativas más beneficiosas.
En los últimos años en nuestro laboratorio de la Universidad de Granada, al igual que en laboratorios en otros países, hemos llevado a cabo diferentes estudios en los que hemos probado la eficacia de programas de entrenamiento cognitivo para mejorar el funcionamiento de las regiones del cerebro implicadas en el control de la atención. Hemos encontrado resultados esperanzadores que muestran que varias sesiones de entrenamiento producen mejoras a nivel cognitivo y cerebral (4). Un resultado interesante, ilustrado en el dibujo, es que el entrenamiento acelera la puesta en marcha del cerebro cuando es necesario atender. Esperamos que continuar con estas investigaciones nos permita ayudar al desarrollo de esta capacidad en los niños y niñas que más lo necesiten.
Rosario Rueda, Investigadora principal. Profesora Titular del Dpto. de Psicología Experimental de la Universidad de Granada.

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