sábado, 11 de julio de 2015

Cómo reforzar o extinguir una conducta



*   Tanto los premios como los castigos no tienen una prensa demasiado buena en algunos sectores de población. Ofrecer premios a los hijos es como reconocer un fracaso, es como si, al fallar como educadores, tuviéramos que recurrir al "sucedáneo" de los premios que, más que educar, adiestran.

*     Los castigos, por el contrario, no suelen dar tanta sensación de fracaso. Incluso socialmente son aceptados como padres responsables aquellos que castigan a sus hijos. De algún modo, se reconoce que el castigo sí es instrumento educativo, para terminar admitiendo que tampoco sirve de mucho porque el hijo tiene unas inclinaciones tales que no hay nada que hacer. Y se le va dejando de castigar y se acepta como irremediable "su manera de ser".

*    Los premios y castigos son instrumentos eficaces en situaciones en las que el proceso educativo sufre desviaciones, paradas o retrasos. Son situaciones críticas y patológicas en las que el tratamiento habitual que se suministra en el proceso educativo, que son buenas dosis de ejemplos, persuasión y reflexión no surten efecto y es necesario restablecer un cierto equilibrio. Un remedio será pues seguir una medicación adecuada basada en premios y castigos, además, claro está, de actuar en algunos otros frentes.

*     Premios y castigos, aunque afectan sólo a la conducta externa y, por tanto, pueden no influir en la personalidad íntima, generan un ambiente que facilita la comunicación entre las personas de la familia o mejora las capacidades de la persona. Ambos aspectos son elementos facilitadores de la educación. ¿No es cierto que será más fácil la educación de los hijos si, con ayuda de algún premio y algún castigo, conseguimos que mantengan el orden en sus cosas y usen ciertos modales? ¿No será lo mismo si conseguimos que estudien y mejoren su capacidad de razonamiento?

*    Retomando el símil de premios y castigos como medicinas, evidentemente su uso no puede ser indiscriminado ni generalizarse. Al igual que cualquier medicamento, es preciso adecuar su administración a la necesidad concreta del paciente y tener en cuenta sus contraindicaciones y efectos secundarios.

*     En resumen, los premios y castigos son recomendables y adecuados si se usan como medios temporales de obtención de logros y siempre de forma apropiada.
LOS PREMIOS

Tipos de premios:

*     Premios previstos. Son las recompensas pactadas que se ofrecen si se presenta la conducta que se espera. El deseo de conseguirlas ayuda a regular la conducta.
                                                                                                                
*   Premios imprevistos. Se conceden sin previo aviso como reconocimiento a una conducta deseable. Puede producir efecto en la persona que lo recibe y en las que lo observan. Ambos relacionan las conductas deseables con la recompensa.
  
*     Premios por entregas. Son los que mantienen el interés más vivo, al concederse puntos o vales acumulables cuando se producen pequeños logros. Al alcanzar una cierta cantidad, se logra el premio.

*     Premios liberadores. Permiten liberarse de alguna tarea desagradable.

Composición de los premios:

*  De base afectiva. Consisten en expresiones afectivas de los padres, como abrazos, felicitaciones, lugares preferentes en la mesa o en el coche...

*      De base material. Consisten en posesiones materiales, como diversos objetos o dinero.

*      Relacionados con la autonomía. Ofrecen más libertad o autonomía para gestionar el dinero, el tiempo, el espacio…

Orientaciones de uso:

*      Definir bien lo que se espera y el premio que se puede conseguir. Luego cumplir lo pactado.

*      Proporcionar premios acordes con el esfuerzo realizado y con las posibilidades razonables de la familia.

*      Plantear la obtención del premio a corto plazo para los más pequeños.

*      Proponer premios alcanzables. Sólo son útiles si se confía en alcanzarlos.

Efectos secundarios:

*      Evitar su uso prolongado y variado porque crea adicción y no se actuará si no es a cambio de premios.

*      Modifica la conducta pero no necesariamente las actitudes y motivaciones, por lo que hay que combinarlos con otras acciones educativas.

LOS CASTIGOS

Tipos de castigos:

*   Castigos previstos. Son las consecuencias desagradables que aguardan como respuesta a una conducta inaceptable determinada.

*      Castigos imprevistos. Son consecuencias desagradables que se otorgan sin previo aviso ante conductas indeseables. Tratan de evitar que se repita la conducta.

*      Castigos con oportunidades. Se ofrece un castigo si se da una conducta, pero se concede la oportunidad de rectificar en dos ocasiones antes de recibirlo.

Composición de los castigos

*     De base afectiva. Consisten en expresiones afectivas negativas por parte de los padres como reprimendas, amonestaciones, alejamiento físico, silencio, caso omiso...

*    De base material. Suponen pérdida de ingresos, multas, no poder usar algo (TV, equipo de música, bicicleta...) o quedarse sin alguna posesión.

*      Relacionados con la autonomía. Restringen o privan de la libertad de salir, reducen el tiempo de ocio, exigen quedarse inmóvil, prohíben algunas relaciones.



Orientaciones de uso:

*    Elegir los castigos con prudencia. Los castigos han de cumplirse, por lo que un castigo absurdo o que no se cumple produce el efecto contrario.

*      Ser proporcionado a la conducta.

*     Ser severo, es decir, ha de ser verdaderamente desagradable ya que si sólo supone una ligera molestia, se puede acabar aceptando la molestia como un mal menor.

*     Buscar castigos relacionados con la conducta indeseable. Así, por ejemplo, si se es descuidado y se estropean las cosas, se han de arreglar; si la conducta es molesta, se tiene que aislar...

*      Procurar que el castigo se acepte como algo merecido y se entienda que ayudará a mejorar.

AVISO IMPORTANTE: NUNCA LOS CASTIGOS PUEDEN ATENTAR CONTRA LOS      DERECHOS Y LA DIGNIDAD DE LOS NIÑOS

Efectos secundarios:

*  Pueden aumentar la conducta indeseable. En algunas ocasiones, los hijos buscan llamar la atención de los padres y, al no conseguirlo con una conducta deseable, les basta con que les prestemos atención mediante castigos por las indeseables. En este caso está directamente contraindicado su uso.

*   Si el castigo se ve desproporcionado, injusto o absurdo, puede generar sentimientos de aversión, venganza y resentimiento. Como consecuencia, es probable que no se evite la conducta indeseable. También estará contraindicado su uso en estas circunstancias.

LA CONDUCTA SE APRENDE

*   Según han demostrado diferentes estudios, el comportamiento se aprende, a pesar de que mucha gente opine que es heredado. El modo más frecuente de hacerlo es a través del modelado. Nuestro hijo aprende a comportarse siguiendo modelos de personas o personajes que tienen éxito con una determinada conducta.

 Veamos un ejemplo:

*    "Es sábado por la mañana. Estamos leyendo el periódico mientras nuestros dos hijos juegan.   De repente, uno empieza a llorar porque el otro está cambiando continuamente de canal y no le deja ver la televisión. Al principio no hacemos caso, pero los gritos y lloros nos empiezan a poner nerviosos. Finalmente nos levantamos y a gritos le decimos al hermano que tiene el mando a distancia que pare de cambiar los canales”
*     Esta respuesta del padre o madre no sólo no soluciona ni evita las conductas agresivas sino que las refuerza. Por un lado, el hijo que grita y llora ha observado que la rabieta le sirve para conseguir ver la televisión. De este modo le hemos reforzado, es decir, ha relacionado la agresividad con la obtención de lo que quiere conseguir.
*      Por otro lado, ambos niños pueden ver cómo nuestros gritos a nosotros nos han servido para conseguir que se callaran y nos dejaran leer el periódico con tranquilidad. De este modo, han aprendido que así se consigue lo que se desea y es muy probable que en situaciones parecidas se comporten de la misma forma, reproduciendo la conducta que han visto en el modelo (nosotros).
*      Pero no acaba aquí el proceso. Si nuestro hijo tiene celos de su hermano y comprueba que cada vez que le pega, le fastidia o le hace llorar le castigamos o le damos una reprimenda, seguirá siendo así con más frecuencia. ¿Por qué? Nuestro hijo ha aprendido que molestando a su hermano, llama nuestra atención. Poco le importa si le castigamos o no, lo que le interesa es que en ese momento estemos pendientes de él y no de su hermano. Así pues, lo que creíamos que era una buena solución para evitar que se volvieran a pelear se ha convertido en todo lo contrario
*      Otros modelos que nuestro hijo puede seguir son los que ve en el cine o la televisión. El héroe es el que consigue destruir al "malo". Nuestro hijo quiere ser un héroe y todo aquél que le lleve la contraria será el "malo" al que destruir. La violencia televisiva, como vemos, también juega su papel en el complicado mundo de las conductas agresivas.

NUESTRO PLAN DE ACCIÓN

*   Definir la conducta: debemos pensar y observar cómo se comporta nuestro hijo y qué
      conducta    agresiva es la que queremos cambiar por otra más adecuada.
*   Cuándo y con quién: anotaremos en qué momentos se muestra agresivo y contra quién descarga
      su agresividad (padre, madre, hermanos, visitas...). También anotaremos qué ocurre antes de
      que se comporte inadecuadamente (si el hermano le molesta, si es cuando dan sus dibujos
      preferidos, etc.)
*    Qué queremos conseguir: una vez analizada la conducta que queremos modificar, debemos
      marcarnos una meta y establecer un tiempo prudencial para conseguirla. Siempre que
      intentemos hacer desaparecer un tipo de conducta, pensaremos en una alternativa. Por ejemplo, si
      lo que pretendemos es que nuestro hijo deje de pegar a su hermano, debemos potenciar que
     juegue con él y comparta sus juguetes.
*   Cómo vamos a conseguirlo: hay muchos tipos de estrategias que podemos utilizar
     tanto para  reforzar la conducta que consideramos correcta, así como para eliminar 
      la conducta inadecuada.


MÉTODOS PARA REFORZAR UNA CONDUCTA.

*    Premios: debemos hacer un listado con aquellas recompensas que puedan ser importantes 
      para    nuestro hijo.
En ocasiones, los halagos, las caricias y las alabanzas son más efectivas que una recompensa material. Premiaremos cada pequeño esfuerzo que haga nuestro hijo encaminado a cambiar su conducta, pero, sobre todo, nunca reforzaremos la conducta que estamos intentando hacer desaparecer.

Sistema de fichas o puntos: es adecuado cuando nos es imposible premiar inmediatamente a nuestro hijo con algo material. La idea de este "juego" es proponerle ganar una serie de puntos por cada pequeño esfuerzo que haga para conseguir la conducta deseada. Cuando consiga un número determinado de fichas o puntos obtendrá un premio a cambio, ya sea ir al cine, montar en bici a solas con nosotros, ir a dormir a casa de un amigo o cualquier otra recompensa que pueda incitar al niño a cambiar su conducta.

*      Contrato: El contrato debe contemplar todos los acuerdos que pactemos con nuestro hijo:
 -Qué conducta queremos cambiar y cómo esperamos que se comporte.
  -Cómo y cuando se ganan los puntos o los premios.
- Días de la semana en que será vigente el contrato y duración del mismo.
- Nuestras firmas y la de nuestro hijo.
- Debe ser abierto y con posibilidad de ser modificado

MÉTODOS PARA EXTINGUIR UNA CONDUCTA.

*   No prestar atención: cada vez que nuestro hijo se muestre agresivo, llore, patalee, etc., debemos 
     ignorarle.
   Como ya hemos visto, prestar atención a una conducta agresiva no hace más que reforzarla. Así
     pues, ignorarla hará que vaya debilitándose hasta desaparecer.
*   Tiempo fuera: en ocasiones, la conducta de nuestro hijo nos pone demasiado nerviosos y
      creemos que no va a ser posible ignorarla.
     Antes de gritar y reforzarla, podemos enviarle a un rincón de la habitación o aislarlo en una
     habitación para que se calme, siempre con previo aviso. La habitación no debe tener objetos que
     puedan entretenerle. El tiempo de aislamiento puede oscilar entre los 3-5 minutos y la media
     hora como máximo dependiendo de la edad de nuestro hijo.
*     Reprimenda verbal: es adecuada con niños pequeños.
     Nunca debemos gritar, pero sí mostrarnos serios y firmes. Si nos reímos o demostramos que   
     nos podemos dejar convencer por lloros se transformará en un método ineficaz.

*      Lo hemos conseguido: transcurrido el tiempo que nos habíamos dado, debemos evaluar
      cómo ha ido el plan y si hemos logrado el objetivo propuesto. Anotaremos si la conducta
      incorrecta ha disminuido, si cada vez realiza con mayor frecuencia las conductas deseadas, etc.

*      Un plan de acción no es instantáneo. Modificar la conducta de nuestro hijo no es fácil. Pero
       con tiempo, una buena estrategia y el acuerdo en el modo de actuación de los padres u otros 
       educadores de nuestro hijo podemos lograrlo.

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