Tanto los
premios como los castigos no tienen una prensa demasiado buena en
algunos sectores de población. Ofrecer premios a los hijos es como reconocer un
fracaso, es como si, al fallar como educadores, tuviéramos que recurrir al
"sucedáneo" de los premios que, más que educar, adiestran.
Los castigos, por el contrario, no suelen dar tanta sensación de fracaso.
Incluso socialmente son aceptados como padres responsables aquellos que
castigan a sus hijos. De algún modo, se reconoce que el castigo sí es
instrumento educativo, para terminar admitiendo que tampoco sirve de mucho
porque el hijo tiene unas inclinaciones tales que no hay nada que hacer. Y se
le va dejando de castigar y se acepta como irremediable "su manera de
ser".
Los premios y castigos son instrumentos eficaces
en situaciones en las que el proceso educativo sufre desviaciones, paradas o
retrasos. Son situaciones críticas y patológicas en las que el tratamiento
habitual que se suministra en el proceso educativo, que son buenas dosis de
ejemplos, persuasión y reflexión no surten efecto y es necesario restablecer un
cierto equilibrio. Un remedio será pues seguir una medicación adecuada basada
en premios y castigos, además, claro está, de actuar en algunos otros frentes.
Premios y castigos, aunque afectan sólo a la
conducta externa y, por tanto, pueden
no influir en la personalidad íntima, generan un ambiente que facilita
la comunicación entre las personas de la familia o mejora las capacidades de la
persona. Ambos aspectos son elementos facilitadores de la educación. ¿No es
cierto que será más fácil la educación de los hijos si, con ayuda de algún
premio y algún castigo, conseguimos que mantengan el orden en sus cosas y usen
ciertos modales? ¿No será lo mismo si conseguimos que estudien y mejoren su
capacidad de razonamiento?
Retomando el símil de premios y castigos como medicinas, evidentemente su uso
no puede ser indiscriminado ni generalizarse. Al igual que cualquier
medicamento, es preciso adecuar su administración a la necesidad concreta del
paciente y tener en cuenta sus contraindicaciones y efectos secundarios.
En resumen, los premios y castigos son recomendables y adecuados si se usan como
medios temporales de obtención de logros y siempre de forma apropiada.
LOS PREMIOS
Tipos de premios:
Premios
previstos. Son las recompensas pactadas que se ofrecen si se presenta la
conducta que se espera. El deseo de conseguirlas ayuda a regular la conducta.
Premios
imprevistos. Se conceden sin previo aviso como reconocimiento a una
conducta deseable. Puede producir efecto en la persona que lo recibe y en las
que lo observan. Ambos relacionan las conductas deseables con la recompensa.
Premios
por entregas. Son los que mantienen el interés más vivo, al concederse
puntos o vales acumulables cuando se producen pequeños logros. Al alcanzar una
cierta cantidad, se logra el premio.
Premios
liberadores. Permiten liberarse de alguna tarea desagradable.
Composición de los premios:
De base
afectiva. Consisten en expresiones afectivas de los padres, como
abrazos, felicitaciones, lugares preferentes en la mesa o en el coche...
De base
material. Consisten en posesiones materiales, como diversos objetos o
dinero.
Relacionados
con la autonomía. Ofrecen más libertad o autonomía para gestionar el
dinero, el tiempo, el espacio…
Orientaciones de uso:
Definir
bien lo que se espera y el premio que se puede conseguir. Luego cumplir
lo pactado.
Proporcionar premios acordes con el esfuerzo realizado y con las posibilidades
razonables de la familia.
Plantear la obtención del premio a corto plazo para los más pequeños.
Proponer
premios alcanzables. Sólo son útiles si se confía en alcanzarlos.
Efectos secundarios:
Evitar
su uso prolongado y variado porque crea adicción y no se actuará si no
es a cambio de premios.
Modifica
la conducta pero no necesariamente las actitudes y motivaciones, por lo
que hay que combinarlos con otras acciones educativas.
LOS CASTIGOS
Castigos
previstos. Son las consecuencias desagradables que aguardan como
respuesta a una conducta inaceptable determinada.
Castigos
imprevistos. Son consecuencias desagradables que se otorgan sin previo
aviso ante conductas indeseables. Tratan de evitar que se repita la conducta.
Castigos
con oportunidades. Se ofrece un castigo si se da una conducta, pero se
concede la oportunidad de rectificar en dos ocasiones antes de recibirlo.
Composición de los castigos
De base
afectiva. Consisten en expresiones afectivas negativas por parte de los
padres como reprimendas, amonestaciones, alejamiento físico, silencio, caso
omiso...
De base
material. Suponen pérdida de ingresos, multas, no poder usar algo (TV,
equipo de música, bicicleta...) o quedarse sin alguna posesión.
Relacionados
con la autonomía. Restringen o privan de la libertad de salir, reducen
el tiempo de ocio, exigen quedarse inmóvil, prohíben algunas relaciones.
Elegir
los castigos con prudencia. Los castigos han de cumplirse, por lo que un
castigo absurdo o que no se cumple produce el efecto contrario.
Ser
proporcionado a la conducta.
Ser
severo, es decir, ha de ser verdaderamente desagradable ya que si sólo
supone una ligera molestia, se puede acabar aceptando la molestia como un mal
menor.
Buscar
castigos relacionados con la conducta indeseable. Así, por ejemplo, si
se es descuidado y se estropean las cosas, se han de arreglar; si la conducta
es molesta, se tiene que aislar...
Procurar que el castigo se acepte como algo merecido y se entienda que ayudará a mejorar.
AVISO IMPORTANTE: NUNCA LOS
CASTIGOS PUEDEN ATENTAR CONTRA LOS DERECHOS Y LA DIGNIDAD DE LOS NIÑOS
Efectos secundarios:
Pueden
aumentar la conducta indeseable. En algunas ocasiones, los hijos buscan
llamar la atención de los padres y, al no conseguirlo con una conducta
deseable, les basta con que les prestemos atención mediante castigos por las
indeseables. En este caso está directamente contraindicado su uso.
Si el castigo se ve desproporcionado, injusto o
absurdo, puede generar sentimientos de
aversión, venganza y resentimiento. Como consecuencia, es probable que
no se evite la conducta indeseable. También estará contraindicado su uso en
estas circunstancias.
LA CONDUCTA SE APRENDE
Según han demostrado diferentes estudios, el comportamiento se aprende, a pesar
de que mucha gente opine que es heredado. El modo más frecuente de hacerlo es a
través del modelado. Nuestro hijo aprende a comportarse siguiendo modelos de personas o personajes que tienen éxito
con una determinada conducta.
Veamos un ejemplo:
"Es sábado por la mañana. Estamos
leyendo el periódico mientras nuestros dos hijos juegan. De repente, uno
empieza a llorar porque el otro está cambiando continuamente de canal y no le
deja ver la televisión. Al principio no hacemos caso, pero los gritos y lloros
nos empiezan a poner nerviosos. Finalmente nos levantamos y a gritos le decimos
al hermano que tiene el mando a distancia que pare de cambiar los canales”
Esta respuesta del padre o madre no sólo no soluciona ni evita las conductas
agresivas sino que las refuerza. Por un lado, el hijo que grita y llora
ha observado que la rabieta le sirve para conseguir ver la televisión. De este
modo le hemos reforzado, es decir, ha
relacionado la agresividad con la obtención de lo que quiere conseguir.
Por otro lado, ambos niños pueden ver cómo
nuestros gritos a nosotros nos han servido para conseguir que se callaran y nos
dejaran leer el periódico con tranquilidad. De este modo, han aprendido que así se consigue lo que se
desea y es muy probable que en situaciones parecidas se comporten de la
misma forma, reproduciendo la conducta
que han visto en el modelo (nosotros).
Pero no acaba aquí el proceso. Si nuestro hijo tiene
celos de su hermano y comprueba que cada vez que le pega, le fastidia o le hace
llorar le castigamos o le damos una reprimenda, seguirá siendo así con más
frecuencia. ¿Por qué? Nuestro hijo ha
aprendido que molestando a su hermano, llama nuestra atención. Poco le
importa si le castigamos o no, lo que le interesa es que en ese momento estemos
pendientes de él y no de su hermano. Así pues, lo que creíamos que era una
buena solución para evitar que se volvieran a pelear se ha convertido en todo
lo contrario
Otros modelos
que nuestro hijo puede seguir son los
que ve en el cine o la televisión. El héroe es el que consigue destruir
al "malo". Nuestro hijo quiere ser un héroe y todo aquél que le lleve
la contraria será el "malo" al que destruir. La violencia televisiva,
como vemos, también juega su papel en el complicado mundo de las conductas
agresivas.
NUESTRO PLAN DE ACCIÓN
Definir
la conducta: debemos pensar y observar cómo se comporta nuestro hijo y qué
conducta agresiva es la que queremos cambiar por otra más adecuada.
conducta agresiva es la que queremos cambiar por otra más adecuada.
Cuándo y
con quién: anotaremos en qué
momentos se muestra agresivo y contra
quién descarga
su agresividad (padre, madre, hermanos, visitas...). También anotaremos qué ocurre antes de
que se comporte inadecuadamente (si el hermano le molesta, si es cuando dan sus dibujos
preferidos, etc.)
su agresividad (padre, madre, hermanos, visitas...). También anotaremos qué ocurre antes de
que se comporte inadecuadamente (si el hermano le molesta, si es cuando dan sus dibujos
preferidos, etc.)
Qué
queremos conseguir: una vez analizada la conducta que queremos
modificar, debemos
marcarnos una meta y establecer un tiempo prudencial para conseguirla. Siempre que
intentemos hacer desaparecer un tipo de conducta, pensaremos en una alternativa. Por ejemplo, si
lo que pretendemos es que nuestro hijo deje de pegar a su hermano, debemos potenciar que
juegue con él y comparta sus juguetes.
Cómo vamos a conseguirlo: hay muchos tipos de estrategias que podemos utilizar,
marcarnos una meta y establecer un tiempo prudencial para conseguirla. Siempre que
intentemos hacer desaparecer un tipo de conducta, pensaremos en una alternativa. Por ejemplo, si
lo que pretendemos es que nuestro hijo deje de pegar a su hermano, debemos potenciar que
juegue con él y comparta sus juguetes.
Cómo vamos a conseguirlo: hay muchos tipos de estrategias que podemos utilizar,
tanto para reforzar la conducta
que consideramos correcta, así como para eliminar
la conducta inadecuada.
MÉTODOS PARA REFORZAR UNA CONDUCTA.
Premios: debemos hacer un listado con aquellas recompensas que puedan ser
importantes
para nuestro hijo.
para nuestro hijo.
En ocasiones,
los halagos, las caricias y las alabanzas son más efectivas que una recompensa
material. Premiaremos cada pequeño esfuerzo que haga nuestro hijo encaminado a
cambiar su conducta, pero, sobre todo, nunca reforzaremos la conducta que
estamos intentando hacer desaparecer.
Sistema de fichas o puntos: es adecuado
cuando nos es imposible premiar inmediatamente a nuestro hijo con algo
material. La idea de este "juego" es proponerle ganar una
serie de puntos por cada pequeño esfuerzo que haga para conseguir la conducta
deseada. Cuando consiga un número determinado de fichas o puntos obtendrá un
premio a cambio, ya sea ir al cine, montar en bici a solas con nosotros, ir a
dormir a casa de un amigo o cualquier otra recompensa que pueda incitar al niño
a cambiar su conducta.
Contrato: El contrato debe contemplar todos los acuerdos que pactemos con nuestro
hijo:
-Qué conducta queremos cambiar y cómo
esperamos que se comporte.
-Cómo y cuando se ganan los puntos o los premios.
- Días de la semana en que será vigente el contrato y duración del mismo.
- Nuestras firmas y la de nuestro hijo.
-Cómo y cuando se ganan los puntos o los premios.
- Días de la semana en que será vigente el contrato y duración del mismo.
- Nuestras firmas y la de nuestro hijo.
- Debe ser abierto y con posibilidad de ser
modificado
MÉTODOS PARA EXTINGUIR UNA CONDUCTA.
No
prestar atención: cada vez que nuestro hijo se muestre agresivo, llore,
patalee, etc., debemos
ignorarle.
Como ya hemos visto, prestar atención a una conducta agresiva no hace más que reforzarla. Así
pues, ignorarla hará que vaya debilitándose hasta desaparecer.
ignorarle.
Como ya hemos visto, prestar atención a una conducta agresiva no hace más que reforzarla. Así
pues, ignorarla hará que vaya debilitándose hasta desaparecer.
Tiempo
fuera: en ocasiones, la conducta de nuestro hijo nos pone demasiado nerviosos y
creemos que no va a ser posible ignorarla.
Antes de gritar y reforzarla, podemos enviarle a un rincón de la habitación o aislarlo en una
habitación para que se calme, siempre con previo aviso. La habitación no debe tener objetos que
puedan entretenerle. El tiempo de aislamiento puede oscilar entre los 3-5 minutos y la media
hora como máximo dependiendo de la edad de nuestro hijo.
creemos que no va a ser posible ignorarla.
Antes de gritar y reforzarla, podemos enviarle a un rincón de la habitación o aislarlo en una
habitación para que se calme, siempre con previo aviso. La habitación no debe tener objetos que
puedan entretenerle. El tiempo de aislamiento puede oscilar entre los 3-5 minutos y la media
hora como máximo dependiendo de la edad de nuestro hijo.
Reprimenda
verbal: es adecuada con niños pequeños.
Nunca debemos gritar, pero sí mostrarnos serios y firmes. Si nos reímos o demostramos que
nos podemos dejar convencer por lloros se transformará en un método ineficaz.
Nunca debemos gritar, pero sí mostrarnos serios y firmes. Si nos reímos o demostramos que
nos podemos dejar convencer por lloros se transformará en un método ineficaz.
Lo hemos
conseguido: transcurrido el tiempo que nos habíamos dado, debemos
evaluar
cómo ha ido el plan y si hemos logrado el objetivo propuesto. Anotaremos si la conducta
incorrecta ha disminuido, si cada vez realiza con mayor frecuencia las conductas deseadas, etc.
cómo ha ido el plan y si hemos logrado el objetivo propuesto. Anotaremos si la conducta
incorrecta ha disminuido, si cada vez realiza con mayor frecuencia las conductas deseadas, etc.
Un plan
de acción no es instantáneo. Modificar la conducta de nuestro hijo no es fácil.
Pero
con tiempo, una buena estrategia y el acuerdo en el modo de actuación de los padres u otros
educadores de nuestro hijo podemos lograrlo.
con tiempo, una buena estrategia y el acuerdo en el modo de actuación de los padres u otros
educadores de nuestro hijo podemos lograrlo.
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